lunes, 17 de agosto de 2009

Nada nuevo bajo el sol

El miércoles 12 de agosto la Cámara de Diputados rechazó el proyecto de ley que impedía la reelección indefinida de diputados y senadores. Se proponía limitarla a dos períodos para los primeros y a uno para los segundos. O sea, a 12 y 16 años de trabajo continuo, respectivamente.
El proyecto obtuvo 70 de los 72 votos que necesitaba para ser aprobado.
Aunque esta situación provocó mucho revuelo, no hay nada nuevo bajo el sol. Tiene que ver la profunda vocación antidemocrática de la derecha chilena post Pinochet, que desde la caída de la dictadura ha bloqueado cualquier intento de reformar el sistema político.
Dos eran los argumentos para fundamentar su negativa: no limitar la soberanía popular (que, en una de esas, puede querer reelegir de por vida a alguien) y no fomentar la flojera (pensando en que los parlamentarios que no puedan ser reelectos ya no trabajarán con tanto empeño).
Más interesantes fueron, sin embargo, las lecturas que la misma derecha hizo del resultado. Rodrigo Álvarez, presidente de la Cámara de Diputados y militante UDI, señaló que la votación "fue bastante transversal", porque hubo parlamentarios de todos los sectores en las distintas posiciones.
Los votos en contra fueron 12 de la UDI, 4 de RN, 2 DC y 1 Radical. Es decir, de los 19 votos en contra, 16 fueron de la derecha. Además, de las 11 abstenciones, 8 fueron del mismo sector. ¿Qué tiene eso de transversal?
Mucho más espectacular fue el argumento de Claudio Alvarado (UDI): "Si este proyecto se perdió es por responsabilidad de la Concertación, que hizo esfuerzos para que se aprobara y no estuvieron los votos". Como si fuera ésta la que votó en contra.
La oposición de la derecha a profundizar la democracia chilena no es algo nuevo. Baste recordar el argumento usado por el experto electoral UDI, Andrés Tagle, para fundamentar porque se debía rechazar la inscripción obligatoria y el voto voluntario: la ampliación del padrón electoral hacia jóvenes entre 18 y 24 años (que son quienes mayoritariamente no están inscritos) podría aumentar la votación de la centro-izquierda, ya que los jóvenes tienden a votar por esa opción.
Una suerte similar corrió el voto de los chilenos en el extranjero. Aunque la derecha sabe que los actuales migrantes se van buscando mejores horizontes, pareciera ser que el fantasma de los exiliados que votarán contra quienes los exiliaron aún les pena.
Si estas reformas son difíciles, modificar el sistema de elección binominal es imposible. Éste no será cambiado precisamente porque opera como la base antidemocrática que le permite a la derecha mantenerse en el poder. Gracias a él pueden apropiarse de alrededor del 50% del parlamento, aún cuando no tengan esa cantidad de votos, a costa de otros partidos más pequeños. Así pueden impedir la aprobación de todas las leyes que requieran un quórum alto.
Sin duda, el binominal es el legado político más importante que Pinochet dejó a la derecha.
Un ejemplo: el resultado de las elecciones senatoriales desde la recuperación de la democracia.

No hay que sorprenderse por lo sucedido el miércoles pasado. Es la derecha, comportándose como siempre. Por lo demás, conviene no olvidar que ella ha demostrado suficientemente que puede ser, incluso, mucho menos democrática que esto.

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