sábado, 9 de enero de 2010

Abandonando el barco

Patricio Navia, Luis Gnecco y probablemente otros personajes menos públicos saltaron del barco del freismo y se unieron a las filas piñeristas, a velas desplegadas (mis disculpas por este lenguaje tan marcial).
Además lo anunciaron con bombos y platillos para que no nos quede duda que algo importante está pasando. No se trata sólo de un cambio de posición política, es mucho más que eso: de un día para otro descubrieron que Piñera representa una derecha renovada. Liberal. Inclusiva. Que no expresa algo demasiado distinto que la propia Concertación que, por lo demás, ya nos ha chantajeado bastante con su supuesta superioridad moral, originada en su defensa de los derechos humanos durante y después de la dictadura.
Afirmar esto, sin embargo, no es tan simple y tal vez requiere que el comentarista y el actor nos ilustren un poco. Es obvio que cuando hacen este análisis, no se refieren a la derecha de la UDI, sino a más bien a RN. Es decir, se refieren a la derecha que lidera Carlos Larraín, Presidente del partido y miembro del Opus Dei. El mismo que se indignó con la comparación que hizo Michelle Bachelet de su presidio con el de Ana Frank. Y que insinuó de una manera muy poco elegante que en el caso de la mandataria era de alguna manera merecido, ya que ella en esa época manifestaba ciertas "opciones políticas".
También, imagino, se refieren al diputado Alberto Cardemil. Recordado principalmente porque en su condición de Subsecretario del Interior de la dictadura apareció recién cerca de las dos de la mañana a reconocer su derrota en el plebiscito de 1988, a pesar de conocerla desde las once de la noche. Eso, descontando que antes, alrededor de las seis de la tarde, ya había anunciado que ganaba el "sí".
Como estos casos, se podría enumerar un largo listado de miembros de la nueva derecha piñerista descubierta por ambos, a la que no hay que temerle, porque de la noche a la mañana se les reveló liberal, igualitaria y respetuosa de las libertades individuales y los derechos humanos.
No es fácil buscar respuestas a esta nueva postura de Navia y Gnecco (por mencionar a los más visibles). Es probable que tenga que ver con castigar a la Concertación por la vía de entregar el voto al enemigo. Claro, con eso se reconoce de paso que nunca ha sido enemigo de uno. Que no hay distancia valórica que los separe (con el enemigo, se entiende). En otras palabras, es reconocer que votamos no por convicciones ideológicas, sino por tincadas, emociones u otro tipo de sensibilidades.
Otra respuesta podría ser que se está intentando saltar a tiempo a otro barco que se percibe como victorioso, para no perder la condición de agorero o bufón de palacio. De lo contrario, se estaría dispuesto a asumir la derrota con dignidad y codo a codo con los perdedores.
En fin. Como ciudadano común y corriente no es fácil encontrar respuestas a esta actitud.
Lo único que se me ocurre es pensar que Navia tiene razón cuando afirma que votar por Piñera es un opción válida siendo un concertacionista desencantado. Y no es ser traidor.
Pienso que en ello efectivamente puede tener razón. La historia nos ha demostrado suficientes veces que en el oportunismo no hay espacio para los colores ni mucho menos para la traición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario