lunes, 6 de septiembre de 2010

Isabel Allende se equivoca

El pasado jueves se entregó el premio nacional de literatura a Isabel Allende, la "embajadora" de las letras chilenas, como ha sido llamada con frecuencia.
Esta decisión estuvo rodeada de polémicas de todo tipo, que comenzaron mucho antes de la entrega del premio y que probablemente nos persigan aún por algunas semanas.
Por una parte estaban los que decían que la escritura de Isabel Allende no está al nivel de lo que podría ser una literatura merecedora de tal premio. Le gusta mucho al público, es una gran vendedora, qué duda cabe, pero eso no es equivalente a que su obra tenga un valor literario superior.
Por otro lado estaban quienes hacían un esfuerzo argumentativo contrario combinando su éxito editorial con una cierta calidad literaria y trataban de insertarla en una corriente tardía del realismo mágico, que habría llegado - a juicio de los mismos entendidos - no a copiarlo, sino a enriquecerlo con otras visiones.
También hubo quienes lo fundamentaron decididamente desde la óptica del público lector, que es quien en definitiva - señalaban - justificaría el premio. Los argumentos no eran menores: más de cincuenta millones de libros vendidos, traducidos a 27 idiomas. O, como dijo otro intelectual comentarista, "no hay aeropuerto en el mundo en que no haya un libro de Isabel Allende".
Incluso algunos señalaron que se lo merecía por el simple hecho de ser mujer.
Y así, suma y sigue.
La comunicación de la entrega del premio la hizo el propio Ministro de Educación, Joaquín Lavín, en una video conferencia. Isabel Allende, al enterarse, rompió en llanto y aseguró que éste era el premio más importante que había recibido en su vida.
La situación general estuvo cargada de una emotividad mediática (como le gusta a Lavín), que distó mucho de otros premios nacionales, que apenas merecieron unas líneas en la prensa.
Ya algo más descansada y menos emocionada, en otra entrevista declaró que lo sucedido era un situación justa y que nadie podría decir que éste había sido un premio político. El argumento implícito era que ella, siendo de izquierda, había sido reconocida por un gobierno de derecha. Con lo que, de paso, aprovechaba de criticar una cierta mezquindad que habría tenido la Concertación con su obra.
Seguramente Isabel Allende dijo eso también para desmarcarse de otros premiados, como Bernardino Bravo Lira, quien un día antes había recibido el de Historia, siendo él alguien que claramente gusta de las interpretaciones conservadoras de nuestro pasado. Puede que sea así, pero, dicho sea de paso, nadie duda de que su obra es historiográfica.
Pero más allá de esta elucubración, Isabel Allende se equivoca. Su premio es político y tal vez más que cualquier otro.
O ¿Qué podría ser para la derecha chilena más político que demostrar que también escribir puede ser un buen negocio y que el éxito en el mercado puede definir incluso lo que debe ser entendido o no como literatura?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Bien Enrique!! sacaste el tema de ese enojoso personalismo que le rondaba sin renunciar a una crítica radical. A la literatura no ha sido necesario pedírselo para que nos haya regalado grandes notas de perspicacia política y filosófica, eso no solo le falta a la Allende, sino, sobre todo, a sus críticos McOndianos. Saludos,
miguel

Anónimo dijo...

También hay que agregar que es un buen marketing otorguen el premio a alguien que no es de su corriente política. Son excelentes en marketing, nada que hacer, porque, además, justo no es alguien que sea muy critica.
Pues, aunque he estado más desconectada del mundo que nunca, es impresionante lo bueno en efectismo y mediatización de este gobierno. Estan sacando beneficios políticos de cada suceso.
Saludos
Marcela

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